Escribe Rocío Medina
En la poesía de Rocío Reyes aparece una constante: el derrumbamiento. Este forma parte de la construcción del yo a través de la deconstrucción de distintas nociones que integran su subjetividad.
El derrumbamiento, o deconstrucción del yo, se da a través de distintas situaciones que le mueven: la ruptura amorosa, el autoconcepto y el pensamiento obsesivo.
La ruptura amorosa
En el primer poema presentado, el derrumbamiento se da en relación a un otro ante el cual el yo se siente vulnerable:
Sospecho que vas a dolerme desde un principio,
a veces hay certezas
Existe la convicción de que el amor implica sufrimiento, que se reafirma a través del adverbio “aún”:
aún no me has dolido
Si esto no bastara, el yo expresa que:
todavía hay tiempo
de amar y de sufrir
De esta forma, se establece una correspondencia entre ambos términos. Cuando llegue el dolor (que llegará) vendrá con él “la idea intranquila de destrozarlo todo”. La destrucción del todo, a causa del dolor del amor, implica, a través de su violencia, la destrucción del mundo conocido y con ello, la subjetividad enunciativa. Destrozarlo todo es también romperse a uno mismo.
A pesar de la carga profundamente negativa de la noción de destrucción, el yo la resignifica en los dos últimos versos del poema:
nos derrumbamos,
para aprendernos cosas
La destrucción es una forma de aprendizaje en la poética de Reyes. Recuerda, en estos versos, al poema “El instrumento” de Washington Benavides:
Conocerse, claro está
que necesita su tiempo
con años que albañilean
y años de derrumbamiento.
En este texto, igual que en la poesía de la autora presentada, el derrumbamiento hace parte de “conocerse”, lo que lleva al segundo ítem planteado: el autoconcepto.
El autoconcepto
El segundo poema plantea una reflexión sobre la distancia entre el deseo de ser y la realización del yo. Este texto puede entenderse en tres partes, unidas entre sí por el verso “Yo no quería ser áspera”, que se repite al inicio de todas las estrofas, convirtiéndose en una secuencia anafórica.
La primera parte presenta la dicotomía entre el deseo de ser y lo que realmente se es. El deseo de ser plantea un eje isotópico a través de la descripción de un yo ideal mediante adjetivos vinculados a la feminidad tradicional: tierna, blandita, dulce, tranquila, suave, etc. Estas elecciones no son arbitrarias, puesto que se vinculan con las exigencias sociales de las mujeres. En este aspecto, recuerda a un texto de Claudia Magliano, presente en la antología poética De divina proporción (La Coqueta, 2018), que comienza diciendo:
Hay que tener cuidado. Hay que ser cuidadosa.
Modosita, decían.
En ambos textos, se adivina la exigencia externa del ser mujer, con un uso inteligente del diminutivo en relación a los atributos femeninos planteados y el conflicto del yo con estos.
A partir de esta lectura, surgen las siguientes preguntas: ¿hasta donde el yo ideal implica un deseo real? ¿está contaminado por los estándares sociales que recaen en las mujeres?
La segunda parte, o el segundo eje isotópico, presenta la contrapartida: lo que el yo es: en primer lugar, áspera, siguiéndole, intranquila, corrupta, obsoleta, amarga, ácida, adusta. La voz enunciativa se figura desde su rigidez y rasgos que podrían considerarse no deseables si entendemos la construcción del yo en relación al entramado social que la sostiene como mujer.
La tercera y última parte está compuesta por un breve segmento compuesto por dos versos:
yo no quería ser áspera
pero crecí.
A través de esto, podemos inferir que lo que antes no era deseable (“ser áspera”) es aceptado mediante un proceso de crecimiento, que involucra la destrucción del yo ideal y su expectativa, vinculado a las presiones sociales. La destrucción del yo ideal es la aceptación del yo real con todos sus matices.
El pensamiento obsesivo
Tanto el tercer texto (“tuve tanto que decir y dije tan poco”) como el último (“hola mamá escupí sangre”) comparten la relación que existe entre la angustia del pensamiento y la palabra con la somatización:
hola mamá escupí sangre,
mordí tanto una idea que la desgarré con los dientes
El pensamiento obsesivo de la idea lleva a su somatización, su pérdida de sentido y angustia. A la idea pensada hasta “que ya no valió nada”, se le suma la palabra como aquello que no se logra decir, o sea, la imposibilidad de la palabra que queda atrapada en el pensamiento:
tuve tanto que decir y dije tan poco
[...]
vomité todas las cosas que se nos trancan con la infancia
El vómito aparece como metáfora de la explosión de los sentimientos reprimidos del yo, el cual reflexiona sobre su represión:
tuve tanto que decir y dije tan poco que vomité
pero para adentro,
me pudrí de a poco,
Lo no dicho y lo “vomitado pero para adentro”, es decir, el pensamiento angustiante y obsesivo, se presentan como aquello que lleva a la destrucción del yo, un derrumbamiento que, al fin y al cabo, se convierte en poesía.
Sin embargo, el penúltimo poema comienza diciendo:
A veces las palabras no podrán mi amor salvarnos
en contrapartida, la salvación aparece a través del vínculo con el otro:
pero sí el abrazo
Cierra el poema diciendo:
a veces las palabras no podrán mi amor,
salvarnos
pero sí el amor.
En una poética donde la palabra, idea y literatura, aparece como elemento angustiante, de derrumbamiento del yo y el sentido del mundo, el encuentro con el otro aparece como salvación y como elemento vulnerante. Allí donde radica el encuentro y el amor, radica la vulnerabilidad de un yo derrumbado y su aprendizaje. Leer a Rocío Reyes es encontrarse con una voz sensible que habla desde su destrucción y construcción constante, es verse de cara con la reflexión de lo vincular y el autoconocimiento de un yo que se extiende al lector y lo derrumba.
I
Me propuse escribir quince poemas,
a vos te voy a dedicar tres,
este es uno:
sospecho que vas a dolerme desde un principio,
a veces hay certezas,
aún no me has dolido,
aún no me corrompiste los huesos,
todavía hay tiempo,
de amar y de sufrir,
todavía hay tiempo,
de encontrarnos,
de soñarte de espaldas,
de resistir a la idea de perder(nos).
aún no me duele tu voz añeja,
el pasillo que separa la penumbra cuando te acordas del nombre de alguien,
aún no me duele,
la idea intranquila de destrozarlo todo.
aún no me has dolido,
a veces hay certezas,
nos derrumbamos,
para aprendernos cosas.
II
yo no quería ser áspera,
quería ser tierna,
blandita,
quería ser dulce, flexible
yo no quería ser áspera,
quería ser tranquila,
suave,
acolchonada
yo no quería ser áspera,
quería ser compactita,
almidonada
yo no quería ser áspera
pero soy,
intranquila.,
corrupta,
obsoleta
yo no quería ser áspera,
pero soy,
amarga,
ácida,
decididamente adusta
yo no quería ser áspera
pero crecí.
III
tuve tanto que decir y dije tan poco,
que vomité odio,
vomité palabras atragantadas,
vomité rabia,
vomité todas esas cosas que se nos trancan con la infancia,
vomité el miedo,
el tiempo,
abrí las ventanas y grité,
grité sin voz.
tuve tanto que decir y dije tan poco que vomité
pero para adentro,
me pudrí de a poco,
como la fruta caída del árbol,
me apuñalaron la carne los pajaritos,
tuve tanto que decir y dije tan poco,
que vomité la vida
IV
a veces las palabras no podrán mi amor salvarnos,
pero sí tus ojos,
sí el susurro de tus ojos,
el mar de arena,
la tenacidad de la tormenta,
a veces las palabras no podrán
mi amor,
salvarnos.
pero sí el abrazo,
pero sí el llanto entorpecido,
pero sí el buen día en la mañana,
pero sí un retrato detrás de la ventana.
a veces las palabras no podrán mi amor,
salvarnos,
pero sí el amor.
V
hola mamá escupí sangre,
mordí tanto una idea que la desgarré con los dientes,
la desmenuce de sentido,
le descuartice el alma,
la estrujé poco a poco,
hasta que ya no valió nada,
hasta que ya no le sentí gusto,
hasta que ya no hizo ruido.
ACERCA DE LA POETA
Rocío Reyes nació hace 24 años, un lunes de tormenta, tan intensa que los autos quedaban trancados en la rambla. Será por eso que en los días de lluvia encuentra más arte. Vivió hasta avanzada la pre adolescencia en Shangrila, Ciudad de la Costa. Desde los 12 años reside en la capital. Estudia Comunicación en la FIC. En su escritura el movimiento está en las imágenes, los lugares, y los sentidos. En la palabra encuentra un escape y una prisión, Rocío no podría ser sin ella, y ella no podría ser sin Rocío, se desgarran juntas ante las alegrías y las desgracias de la vida.
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