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Foto del escritorLa mujer La palabra

Giulieta Biasotti: El hogar inefable


Escribe Nancy Ghan


Al leer los poemas de Giulieta Biasotti, uno puede inferir que su poética está signada por una palabra: inefable. “Inefable”, según una definición que he encontrado, es aquello que “no puede ser dicho, explicado o descrito con palabras, generalmente por tener cualidades excelsas o por ser muy sutil o difuso”. Los poemas de Giulieta aparecen entonces como un medio para, justamente, ponerle palabras a cosas que quizás no puedan ser dichas más que bajo el manto protector de la literatura; cosas que quizás no podrían ver la luz si no fuera por la salvaguarda que les confiere ser presentadas como arte. Y no por tratarse de cosas sutiles o difusas, cosas difíciles de aprehender a través del lenguaje, sino por las consecuencias que pueda tener pronunciarlas. Podemos verlo en estos versos tan contundentes, que parecieran ser una especie de advertencia o confesión al lector, que parecieran querer decirnos algo así como “hice con esto poesía, porque es lo que puedo hacer para decirlo”:


por eso no me creas cuando escribo

es todo una ficción

demasiado real como para que no se transforme en un poema


Esta “advertencia” o “aclaración” que hace la voz lírica podría estar relacionada a que, como ya mencioné, los “inefables” de Giulieta no son cosas “sutiles o difusas” como indica la definición del término -en absoluto lo son- sino que se trata de cosas muy concretas que, si bien no son referidas explícitamente, se dejan ver. Se trata de dolores que se cargan dentro, que se manifiestan en el exterior en forma de palabras pronunciadas sino a través de la palabra escrita. En su poema “Inefable II”, Giulieta nos presenta algunas características de lo que es para ella lo inefable, y lo hace a través de imágenes muy claras y poderosas; nos hace sentirlo en el cuerpo:


porque lo inefable a veces puede parecerse a la calma de las olas

y caber en tu almohada los domingos por la tarde

cuando el mundo se detiene un instante

y encuentra un lugar cómodo para descansar

porque lo inefable a veces puede ser del tamaño de una herida

expuesta inflamada

esperando para cerrarse.


Giulieta, que según pareciera encuentra en la poesía una forma de expresar lo que es indecible de otra manera, nos habla en sus poemas justamente de lo que representa la escritura para ella: nos habla de la escritura como un medio de evitar la destrucción de lo que la rodea.


Cuando era chica aprendí a quemarme por dentro

a escribir antes de explotar todo

no se cuanto mide un volcán pero se de la apatía que tengo con las cosas que explotan

con la escritura me pasa lo mismo


Sin embargo, según enuncia la voz lírica en otro poema, la escritura no es cura, no alcanza para sanar las heridas:


“quiero huir de mi propio cuerpo

entendés?”

[esto no es un pedido de ayuda

escribir no me salva

escribir no cura nada.]


¿Es que entonces la escritura es al menos bálsamo cuando permite hablar de lo inefable? ¿O tampoco hay alivio a través de ella, sino sólo una forma de evitar mayores daños? Pareciera ser que este último es el caso, teniendo en cuenta lo que nos transmite Giulieta a través de la contundente imagen contenida en el siguiente verso: “la escritura me parte al medio me da vuelta y me cose al revés”. Todos, todas, alguna vez hemos oído hablar de la escritura como catarsis o incluso como terapia (nos recomiendan escribir sobre eso que nos angustia, llevar un diario, redactar cartas que no se enviarán, ente otros), pero también muchas veces hemos leído textos, sobre todo de poetas, que reflejan esto mismo que plantea Giulieta: que con escribir sobre el dolor no alcanza para calmarlo. Pienso en Alejandra Pizarnik, sin duda, cuya poesía, según sé, ha sido una gran influencia para Giulieta (y, de no saberlo, igual podría intuirlo por el contenido de sus versos). Ese querer huir del propio cuerpo que aparece enunciado en los versos que cito más arriba, refuerza esta idea y nos lleva a pensar en una dualidad en la que me extenderé más adelante: una lucha entre un interior en guerra y un cuerpo que contiene, que evita un posible estallido. En palabras de la propia Giulieta:


hice una guerra acá adentro mío

y declaramos empate

solo quedó la sangre

la herida

el último suspiro


Hay otros temas de la poética de Alejandra Pizarnik que están muy presentes en la poética de Giulieta Biasotti, además de la soledad y el dolor: la infancia perdida, por ejemplo (Giulieta tiene dos conmovedores poemas titulados “Infancia I” e “Infancia II” que dan muy buena cuenta de ello), y también la búsqueda de la identidad y el lenguaje. En cuanto a este último, es interesante tener en cuenta el vínculo de Giulieta con el lenguaje: ella, nacida en Brasil, tiene por primer idioma el portugués y aprendió el español a través de sus padres. Su primer poemario fue escrito en portugués y, para nada casualmente, se llama “Inefável”. Resalto esto porque he podido leer también ese poemario y me parece destacable la cualidad de esta poeta para expresarse de la manera que lo hace en ambos idiomas. Y lo destaco también porque vuelve a hablarnos de una dualidad que la habita.


La poesía de Giulieta tiene un rasgo particular por el que leerla no resulta una experiencia “liviana” pero tampoco abrumadora: en sus versos une con gran talento ternura y crudeza para transmitir su mensaje. Es así que encontramos entre ellos algunos de una suavidad que acaricia, una dulzura que arrulla, y otros –a veces muy cercanos a los anteriores- que son golpes violentos, gritos desgarrados. Esa dualidad en la voz lírica (una vez más, la dualidad se hace presente) deja ver un mundo interior agitado, en ebullición, pero contenido. Se trata de una poesía que conmueve justamente por eso: por evidenciar esa ternura que persiste, que no se da por vencida, en medio del dolor que se manifiesta. No hay una furia sostenida en los poemas de Giulieta, sino descargas que aparecen como relámpagos. Hay un corazón que grita “de mil formas incoherentes”, como ella misma manifiesta.


La necesidad de crear un hogar, o volver a un hogar, es otro tópico que se reitera en Giulieta y, me atrevo a decir, es el núcleo generador de todos los demás tópicos ya referidos. De él emana todo lo demás.


voy a volver a casa

como si nunca me hubiera ido

para ver

si algo aún se puede sostener

en este espacio vacío


La voz lírica en los poemas de Giulieta nos habla de la necesidad de refugio, de la construcción de un hogar que no es sinónimo de lugar de residencia (“domicilio habitual de una persona y en el que desarrolla su vida privada o familiar”, según una acepción posible de la palabra) ni tampoco sinónimo de familia (“ambiente familiar que se desarrolla en la vivienda habitual”, según otra acepción). El hogar en la poesía de Giulieta es otra cosa, es algo que vamos descubriendo a medida que la leemos y entendemos qué es lo que ella está demandando, qué es eso que ella añora. Por momentos me planteo si es que esa dualidad que se advierte de diferentes maneras en la voz lírica es causa o consecuencia de que el alma no se sienta “en casa” sino siempre deseando huir, y si ese huir no es más por no incomodar allí donde se está que por sentirse libre de lo que hace mal, tal como se deja ver en los siguientes versos:


el cuerpo cansado de huir o de

respirar sin hacer un mínimo de ruido


Los poemas de Giulieta reflejan indudablemente su experiencia de vida, el cambio de país (migrar sola, en particular) y la búsqueda del lugar propio, pero cualquiera que haya experimentado, por el motivo que sea, la enajenación, el desarraigo, puede sentirse muy identificado con ellos. Giulieta nos habla a todos quienes alguna vez nos hemos sentido a la intemperie. Porque, bien se sabe que no es necesario ser extranjero en un lugar para sentir que uno no pertenece a él. Y esos “lugares” en los que uno se siente ajeno no tienen por qué ser lugares geográficos, bien pueden ser vínculos o incluso el lugar que ocupamos en la sociedad. Y que el verdadero “hogar”, puede que sea uno mismo.


Quiero escribir sobre el amor que olvidé en lo más hondo de mis heridas

amarme hasta el último verso

quiero dedicarme un poema de amor propio

quiero construir una casa en mí

y contarles sobre el desafío inefable

de descubrirme hogar.





 



Inefable II

no sé nada sobre el lenguaje

y la distancia entre las palabras

en realidad nunca existió

mi corazón desde entonces

pasó a ser solamente

un órgano que late

porque lo inefable a veces puede parecerse a la calma de las olas y caber en tu almohada los domingos por la tarde cuando el mundo se detiene un instante

y encuentra un lugar cómodo para descansar

pero lo inefable en realidad es del tamaño de una herida expuesta inflamada

esperando para cerrarse.



Guerra


hice una guerra todo este tiempo

y cada espacio mío era un campo de batalla

hice una guerra

sin ganadores

solo había abismos y puertas agujereadas

el cuerpo cansado de huir o de

respirar sin hacer un mínimo de ruido

y yo quise explotar yo quise decir que estaba lista: no quiero tener que

intentar mover las cosas para un lugar donde no pertenecen para salir por esa puerta.

hice una guerra acá adentro mío

y declaramos empate

solo quedó la sangre

la herida

el último suspiro

voy a volver a casa

como si nunca me hubiera ido

para ver

si algo aún se puede sostener

en este espacio vacío.



cuando era chica aprendí a quemarme por dentro


a escribir antes de explotar todo

no se cuanto mide un volcán pero se de la apatía que tengo con las cosas que explotan con la escritura me pasa lo mismo

por eso no me creas cuando escribo

es todo una ficción

demasiado real como para que no se transforme en un poema

casi todo se termina así

con el vestigio de no haber dicho todo de no haber dicho nada

no me digas que soportas ver lo que pasa

cuando la escritura me parte al medio me da vuelta y me cose al revés el pecho todo lleno de agujeros

es por ahí que pasa la luz e ilumina todo me decís

como si palabra y presencia fueran lo mismo

como si el silencio no fuera apenas una ausencia

insostenible

cayendo de mis manos

esa es la magia del poema

repetido en voz alta no parece mentira

se parece a todas esas cosas en las que no creo y aparecen

en forma de herida con ganas de arrancarme la piel

de salir de mi cuerpo

“quiero huir de mi propio cuerpo

entendés?”

[esto no es un pedido de ayuda

escribir no me salva

escribir no cura nada.]

se me inflama el pecho y solo asi me siento viva

solo mientras arde mientras explota todo

una colisión inexistente una herida incurable

porque si escribí hasta acá fue para decirte que desconozco algo tan miserable como esto no hablemos de coraje yo solo escribo porque soy cobarde

una de las únicas cosas que hago sin miedo

además de huir

lo busqué en el diccionario y todo

escaparse deprisa por miedo u otro motivo para evitar daño

no te asustes si me alejo

fue de esa forma

que aprendí a sobrevivir.



quiero arrancarme toda la piel


en un solo acto: como una especie de ritual de despedida

sentir cualquier otra cosa que no sea este congelamiento de mis sensaciones más humanas: pero tengo miedo.

en estos días lloré todo lo que no lloré en tres años

y no me sentí menos vacía que antes

¿qué es lo que quedará

después de vaciarme por completo?

¿Habrá más vacío después del vacío?

ya es de noche en 52 países

pero permanecemos profundamente despiertos

como en un poema de matilde

todo el mundo habla en silencio

todo el mundo habla muy bajito

para no despertar a los miedos

para no despertarme

quiero hacer algo con esto

quiero caminar de noche por la ciudad como una turista

hacer del afecto una postura

quiero escribir

escribir un poema

escribir un poema de amor

quiero sentirme high

en mi frenesí casi desconocido

con una ternura violenta en carne viva

quiero sentir miedo de morir.

me gustaría contarte todas las cosas del mundo, menos esto

nunca le temí a la muerte

y la vida siempre me asustó

quizás sea por superprotección de mi madre cuando era niña, pero no hay espacio para la culpa, ella hizo lo mejor que pudo o quizás porque nunca me ensucié las rodillas de tierra

jugando con los niños de mi barrio

nunca me subí a un árbol para admirar el mundo un poquito más de arriba nunca sumergí todo mi cuerpo bajo el agua

nunca anduve en bicicleta

nunca me morí, ni siquiera por un ratito

nunca escribí un poema de amor

podría llorar si quisiera

podría gritar si quisiera

podría hacer algo con esto

podría morir, si quisiera

también podría vivir

aunque me asuste la vida

podría amigarme con el proceso

de construir en mi

un hogar donde no haya más espacio para el miedo.



Infancia II


La hora de volver a casa ya no la sé

La última vez que visité ese lugar

estaban abandonados los abrigos

abiertos todos los cajones

el color de las paredes

tal cual como lo recuerdo

los adornos de encima de la cómoda

estaban perfectamente posicionados

como en mi último día

desde mis ojos

las calles ya no son más las mismas

y ya nada es tan amarillo como lo pintan las frutillas eran más dulces cuando era niña el mundo

terminaba a la vuelta de la cuadra.

te cuento mis planes para huir

invento nuevos mapas

una cartografía sin destino que solo sucede en el intervalo entre un abismo y otro

y todos aquellos que aún me quedan por descubrir pero ya no hay hora para volver a casa y cualquier cosa que se parezca al amor me recuerda a una ciudad chiquita del interior de la cual escapamos en nuestros intentos de quien tiene hambre de mundo y prisa de vivir nuestros sueños ahora tienen vida

amarillo también el tono de las despedidas ya no hay hora de volver

porque mi casa está acá siempre conmigo.



Quiero escribir más listas sobre todo lo que quiero


- escribir un libro hacer terapia recibirme

- aprender sobre vinos aprender a andar en bicicleta aprender a nadar aprender francés

- reirme más

- correr contra el viento bailar en la lluvia sacarle fotos a todos los atardeceres del año - tener más libros leer más libros ir más al teatro dedicar más canciones - llorar más

Quiero escribir una ficción sobre la realidad

mudarme de nuevo a un apartamento

un poco más grande quizás

con espacio pa{ñra poner plantas

y quizás así aprender a sobrevivir con ellas

aprender nuevas recetas

cocinarle a las personas que quiero como demostración de afecto

quiero aprender a festejar mis cumpleaños

quiero aprender a no sentir más culpa

de levantarme tarde

de no saber

de sentir tanto

de decir que no

quiero amigarme conmigo misma

rescatar la ternura aceptarme vulnerable

hacer de la sensibilidad una postura

aceptar que hay ciertas cosas que solo se curan

con helado, besos de mamá y bailando sola.

que a veces la solución está en detenerme un poquito

descubrirme en un proceso mucho más grande de lo a veces que me imagino sentirme niña y adulta a la vez

más cerca de mi

más lejos del mundo.

Quiero escribir sobre el amor que olvidé en lo más hondo de mis heridas amarme hasta el último verso

quiero dedicarme un poema de amor propio

quiero construir una casa en mí

y contarles sobre el desafío inefable

de descubrirme hogar.




ACERCA DE LA POETA


Giulieta Biasotti nació el 7 de diciembre de 2000 en una ciudad chiquita de Brasil y en 2019 se muda a Montevideo para estudiar Licenciatura en Comunicación. Desde ese entonces, empieza a participar activamente en eventos de poesía, escribiendo y recitando sus poemas en distintos eventos, transitando por diversos colectivos. Actualmente, forma parte del colectivo La mujer la palabra. Escribe desde que tiene memoria.




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